Este es mi primer proyecto. Era todavía un estudiante cuando lo publiqué como un fanzine en 2012. Escribo este texto dos años después, ahora creo que entiendo lo que implica este proyecto para mí: un primer pasito para crear mi mirada.
Me descubrí siendo atraído por la normalidad, las cosas más cercanas. Lo que estamos cansados de ver. Por que es honesta, sin decoración, desnuda. Aquí podemos encontrar lo que compartimos y nos conecta, desde las caras de alegría y goce hasta el tedio y el cansancio.
En ese momento había muchas voces a mi alrededor y yo era una esponja, estaba descubriendo fotógrafos nuevos cada día en la escuela de los que veía una y otra vez sus libros, tanteando el medio aprendiendo de grandes personas. Fueron dos años muy dulces, pero ahora veo que la edición y la secuencia del fanzine es muy floja, la inexperiencia y el no tener claras las cosas hicieron que descartara muchas imágenes que están volviendo en posteriores proyectos, ahora creo que eran imágenes importantes.
Pero allí estaba. Emocionado y en pleno proceso de aprendizaje, empecé a caminar a los barrios periféricos de Madrid, donde una falta de identidad permite ver estas pequeñas historias cotidianas. Esas que conforman nuestro mundo, los porqués de nuestras decisiones y las emociones donde estamos construyendo nuestras vidas.
Cuando un niño juega, lo hace sin utilidad: sin querer aprender o llenar el tiempo. Juega por el mero placer que le reporta el hecho de jugar. Sin duda encuentra cosas jugando que le permiten extender su curiosidad infantil, y esto, a poco que sea algo curioso, le encanta, pero es algo accidental. El juego no se fundamenta en aprender o llenar el tiempo sino en jugar porque sí. Si no, no sería tal.
En este mundo utilitarista no puede haber nada más irrespetuoso que extender esa filosofía a cualquier actividad y realizarla sólo por el placer que nos reporta, sin más: sin pretensión ni promesas a largo plazo, sólo por el deleite momentáneo que nos produce; decía Pessoa en uno de sus poemas “(...) es más extraño que todas las extrañezas / (…) / que las cosas sean realmente lo que parecen ser / y no haya nada que comprender.” y eso precisamente es lo que sorprende de este trabajo de Ignacio Navas: que no hay nada que entender en él porque -y esto sí que puede ser difícil de comprender- lo que ha creado es algo que se ha hecho por el puro placer infantil de deleitarse en el juego, de ser irreverente simplificando el mundo a sus colores para catalogarlos luego como quien colecciona cromos: jugar a resistirse a la complejidad del mundo, pero a fin de cuentas, jugar porque sí.
- Cristobal Benavente